La Talabartería

La talabartería fue una tradición muy representativa en la vereda; hoy solo quedan algunas familias que han dejado en alto el nombre de Toldas por todo el territorio colombiano con sus cubiertas o forros para los machetes, fabricadas con cuero de novillo.
Para desentrañar la historia de la curtiduría autóctona de la vereda Toldas del Municipio de Guarne, se escucharon los relatos del señor José Patrocinio Ospina Sánchez, quién refería a sus hijos que le tocaba comprar la baqueta o carnaza en la tenería que quedaba cerca a su casa; también afirmaba este señor, que los cueros eran traídos de otros municipios, algunos de ellos fueron Entrerríos y Sonsón. Estos cueros no tenían el tratamiento debido para la fabricación del ramal o trenza de adornar la cubierta o funda del machete; en esa época se llevaban a un caserío donde los echaban en una caneca llena de anilina amarilla con sal y cal durante ocho días. Luego de la fermentación, el cuero se sacaba de allí, se raspaba, se estiraba en la manga de su casa y se anclaba con palos en los extremos para darle forma y para que recibiera el sol; este trabajo era realizado por Cubierta rabimocha

“Suso” el ayudante de don José. Era esta la manera más económica de obtener la materia prima para trabajar y adquirir el sustento
de la familia.

Los talabarteros compraban baquetones para el trabajo, este contenía siete u ocho cueros de novillo, el campesino talabartero los partía a la mitad, los mojaba esparciéndole agua con una totuma quebrada por el pasar de los años; colocaban el cuero sobre una mesa y con un pedazo de madera llamado “buceto” se lisaba suavemente para darle una mejor textura al cuero y así poder aprovechar mejor su riqueza. El talabartero comenzaba a bucetiar con el molde de madera para calcular la mayor cantidad de cubiertas posibles en el cuero; cada molde era cortado y chuzado por los bordes con una lezna o punzón, luego remendaban a mano con mimbre o paja plástica.

La cubierta era machacada con un mazo de madera sobre la costura, se le introducía un molde metálico para moldearla, esto se hacía sobre el filo de la mesa de trabajo; para el secado inicial, se ponía bajos los rayos del sol para que penetra en lo más profundo de la textura del cuero.
Estas se desplegaban en los patios frente a las casas de los talabarteros sobre unas guaduas, cada hora se debían rotar para obtener un secado completo de la cubierta y así quedarían listas y resistentes a los tratamientos que continuaban; ello consistía en moldearlas de nuevo,
sobándolas con un molde de madera en su interior y soleándolas nuevamente. Las primeras cubiertas se dejaban con el color natural del cuero, color tanino que llamaron algunos, ahora José Ángel, ayudante talabarterìa

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